Morir es la única que tenemos por seguro, estamos diseñados para eventualmente hacerlo, la estabilidad de la copia del material genético en un entorno celular considerado como normal está muy comprometida, si no hay nada que se oponga a ello, el número de mutaciones por célula y generación sería de tal calibre que la vida resultaría difícil en tales circunstancias. La célula ha adquirido a lo largo de la evolución toda una serie de mecanismos que tienden a reducir el daño que se produce en el ADN. La importancia que tiene el mantener una copia “sana” del material genético para la célula, ha hecho que desde una etapa muy temprana, los seres vivos desarrollasen toda una serie de estrategias para reparar los daños que se producen de manera constante en el ADN.
Con el advenimiento de la cultura occidental empezaron a conjugarse las antiguas creencias con la idea de una vida posterior, una transmutación del alma de los finados que esperaría el Día del juicio final, mientras sus despojos mortales permanecerían en las tumbas. De ahí surge la práctica del entierro en sepulcros que es, a su vez, una tradición que tiene origen en la época de las catacumbas. En un inicio, los mexicanos sepultaron a los difuntos en tumbas en el interior y en los atrios de las iglesias.
Este arte tumbal ha evolucionado. De formas un tanto paganas, se pasó a la profusión de ángeles y almas, cruces y problemas de redención. El apogeo del arte escultórico y literario referente a este tema se dio en los cementerios del país desde mediados del siglo pasado hasta las primeras décadas del presente. Actualmente se dan sólo casos aislados, debido a que los enterramientos se han estandarizado y empobrecido en cuanto a expresiones plásticas.
La muerte es el término de la vida, pero es lo que nos hace vivos. La muerte se puede definir como un evento obtenido como resultado de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Dada la degradación del ácido desoxirribonucleico contenido en los núcleos celulares, la réplica de las células se hace cada vez más costosa. Se suele decir que una de las características clave de la muerte es que es definitiva, y en efecto, no ha sido posible hasta ahora presenciar la recomposición del proceso homeostático desde un punto termodinámicamente recuperable.
Tal vez sea el lugar o el modo de pensamiento, piensa que en el fondo de la fosa, llevaremos la misma vestidura. Cantando me he de morir y cantando me han de enterrar.
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